jueves, 28 de octubre de 2010

El Walkman y yo. Un recuerdo al compañero inseparable

Con tristeza me enteré de un acontecimiento, que de acuerdo con cifras oficiales, podrá afectarnos emocionalmente a más de 200 millones de personas en el mundo, sobre todo a aquellas que vivíamos con plenitud nuestros años de pubertad, juventud y temprana etapa de adultos en  la no tan lejana década de 1980.

Con esta sorpresiva noticia esas más de 200 millones de almas, que ahora rebasarán cuando menos los 40 años, estaremos recordando con nostalgia momentos gratos y anécdotas que sobre todo entre 1980 y 1990, vivimos diariamente y que siempre se acompañaron por el mejor de los soundtracks que nosotros mismos elegíamos.

Sí, amigos y amigas, Sony, aquella empresa japonesa que sentó sus reales a nivel mundial con infinidad de aparatos electrónicos, anunció esta semana (creo que muchos se enteraron al momento) que dejó de producir los Walkman (aquí se vale soltar una lágrima en recuerdo del aparatejo).

¡¡¡¡¡¡No puede ser!!!!!!

Fue el primer grito que ahogue en mi interior, para no verme tan dramático y generar la sorpresa de los compañeros de trabajo en primer lugar, y luego la burla soez en mi contra por semejante desplante.

Adios al amigo


Pero sí, ante mis ojos veía la nota… Más bien la foto-nota que daba a conocer esta decisión del emporio electrónico del país del sol naciente y eso es lo que más me irritaba, que sólo se le dedicara un breve espacio a la decisión de acabar con ese accesorio que muchos de nosotros cargamos en nuestras cinturas (quienes las tenían y quienes nos las imaginábamos) o en nuestras  mochilas o bolsas de chamarras a fin de amenizar nuestros trayectos.

No concebía el hecho de que a más de 200 millones de humanos, según cuentas de la propia empresa, se nos notificara de manera tan magra y raquítica que ya no existirán más walkman en el mundo, sin darnos una explicación puntual de esa decisión, sin tomarse la molestia de decirnos que sentían mucho afectarnos emocionalmente por darnos tan mala noticia, misma que podría generarnos un shock de gran magnitud.

Y no exagero (aunque sé que muchos si piensan que lo hago). Porque si no hubiera sido por esos aparatos en los que podías meter tus casetes para escuchar a tus grupo o cantante favorito no se habría dado la revolución que nos lleva a que en este siglo XXI existan los tan afamados IPod o los celulares que almacenan cientos y hastamiles de canciones y que de repente no sabes cuál de todas quieres escuchar o los MP3 que también encuentras hasta como regalo en las camisetas con los personajes infantiles de moda.

Qué decir de los audífonos, aquellos, los primeros que existieron, tan incómodos, pero no importaba, lo realmente interesante es que podías a través de ellos escuchar tu música, aunque muchas veces el vecino en el micro, en el metro y en el camión, alcanzaba a escuchar lo que oías, porque en tu euforia le subías todo el volumen –como sigue sucediendo ahora.

Recuerdo que no importaba que dichos audífonos estuvieran totalmente destrozados por el uso y que mostraran el fragor de la batalla unidos con diurex o cinta de aislar negra (sí, esa que usan los electricistas) para que combinara o pegados con Kola Loca, lo importante era que sonara la música que le ponía ritmo a nuestras andanzas hacia la escuela, a reunirnos con los cuates o para llegar a nuestros primeros trabajos.

Cómo olvidar los gratos momentos que vivíamos juntos al walkman cuando teníamos que ir apretados en un vagón del metro en horas pico, pues gracias a la música que emitían nos olvidábamos de esa incomodad y, al salir, nuestra única preocupación es que el cable no se atorara en algún bolso o mano y nos dejaran huérfanos en ese momento.

Viejos recuerdos, ¿qué canción escuchas?

Reitero, cómo se habría logrado la evolución de los audífonos que ahora vemos con mil y un mejoras y de todos tamaños, colores y formas (dizque adaptables para cada oído), si antes no hubieran existido los que venían con los walkman Sony, esos a los que se les rompía la esponja que protegía las minibocinas y que cuando eso ocurría ni nos preocupábamos por buscarles una nueva esponja, porque ya era innecesario suplirlas porque ya nos había acostumbrado a tener pegada la oreja al plástico de que estaban hechos.

Después de la decisión de los orientales no nos queda más que revivir aquellos momentos y contarle a nuestros hijos que antes del mentado IPod y demás reporductores MP3, existío un viejo aparato que llegó a revolucionar la industria de la electrónica portatil y a impulsar las ventas de los casetes ya que muchos millones buscábamos sentir mucho más de cerca la música y olvidarnos del mundo exterior que nos rodeaba, desde los grítos frenéticos de nuestros padres ordenándonos quitarnos "esas mugres", hasta los ruidos del tráfico y acelerones de camiones en nuestra ruta diaria.

Comentarles que después se le hicieron mejoras a estos accesorios y nos permitían escuchar la radio e incluso los canales de televisión abierta (sólo escucharlos), que con la aparción de los CD se construyeron los Discman y luego, poco a poco se presentaron muchas innovaciones hasta llegar a los IPod y demás gama de productos que hoy innundan en el mundo a millones de orejas con audífonos de diversos tamaños, modelos y colores.

Por ello, desde este espacio, va un minuto de silencio por el fin del Walkman y... un millón de recuerdos por las experiencias que con él viví.

¡Consumatum est!


martes, 26 de octubre de 2010

El virtusismo del cronista a través de la tecla y el sentimiento

La esencia de una buena crónica es que el lector se sienta partícipe del relato que se está narrando, que se ubique dentro del ambiente que el escritor nos está describiendo y que nos contagie del sentir del protagonista central y de quienes lo rodean en el momento que se describe y que además nos lleve a revivir sus recuerdos, todo ello sin que abandonemos la lectura por un sólo instante.
Así, Wilbert Torre, periodista especializado en el género de la crónica, nos muestra el alto grado de especialidad que ha logrado durante su paso por diversas redacciones y por diversas fuentes y que ahora traslada, por segunda ocasión a un libro, elaborado totalmente en Estados Unidos.

En su libro “Todo por una Manzana” (Editorial Jus), próximo a salir en Noviembre y que será presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Torre nos muestra ocho perfiles de mexicanos exitosos que están logrando el reconocimiento internacional en la nación norteamericana a base de su empeño y esfuerzo.

En el texto, el periodista, nos muestra a Enrique Norten (arquitecto), Magos Herrera (compositora e interprete de jazz), Víctor Rodríguez (pintor fotorrealista), Bianca Marroquín (actriz), Alondra de la Parra (directora de orquesta), Eugenio Derbez (actor y director de teatro), José Limón (bailarín) y Antonio Sánchez (baterista).

En este espacio quiero referirme (sin profundizar para que no se pierda la esencia del capítulo) al relato que Wilbert nos hace de Antonio Sánchez, y el cual tuve el gusto de leer.

De manera sencilla, sin adornos de más en su escritura se nos presenta a este gran baterista a su arribo al escenario para presentarse ante un público que espera ver su virtuosismo en directo y a todo color, para confirmar la grandeza de sus ejecuciones.


Antonio Sánchez en plena ejecución

Así, entre el relato de la presentación en vivo del músico mexicano avecindado en los Estados Unidos, Wilbert intercala, sin brincos bruscos y con armonía, los recuerdos de Sánchez, desde su enamoramiento con la bataca, hasta su obstinación por reproducir casi a la perfección las magistrales ejecuciones de sus héroes musicales, su incursión en algunos grupos de rock nacionales y su afán por buscar la especialización en el Berklee College of Music, en Boston.

Sin perder la ilación, Torre nos presenta los comentarios y recuerdos de amigos y profesores del baterista, intercalándolos con la crónica de la presentación que lleva a cabo en el Bar de Jazz Standard, ubicado en Nueva York, que incluye la soberbia ejecución y las reacciones del público asistente que colmó el lugar para verlo en acción.

Esta prueba puede ser una invitación efectiva para encontrar un libro bien cuidado y estructurado que nos transportará a cada uno de los escenarios de los ocho protagonistas que se abordan en el texto y que, recurriendo al texto reseñado, nos harán tal vez recordar pasajes de sus vidas, deleitarnos con sus obras y, sobre todo, transportarnos a los lugares en que se encuentran.

viernes, 22 de octubre de 2010

Viviendo a los Rolling, el aperitivo antes de Life de Keith


En 1972 llegaron a Estados Unidos sus Satánicas Majestades, The Rolling Stones, para llevar a cabo una extensa gira por esa nación y Canadá, justo al cumplir su primera década como banda de Rock.
La expectación por ver las presentaciones que harían los británicos era tan grande que las localidades estaban prácticamente agotadas en todos y cada uno de los escenarios en los que se presentarían.

El grupo, encabezado por los emblemáticos Mick Jagger y Keith Richards, llegaba a Norteamérica para demostrar por qué ya se consideraba como una de las agrupación más importante del mundo y a superar con creces la fatal gira que habían realizado en 1969 y que lo más representativo de ella fue que siempre estuvo inmersa en el caos total.


Promocional para ver los ingleses en Dallas

Así, tres años después, los Stones se sacarían la espina con sus fans y reafirmarían su estatus dentro del mundo del Rock and Roll con una serie de magistrales conciertos en locales totalmente abarrotados.
Pero esta gira también estuvo marcada por los excesos de Jagger y compañía (tal  y como ocurrió con muchos otros grupos en esos años y que tal vez se siguen presentando actualmente), los cuales quedaron magistralmente detallados en el libro Viajando con los Rolling Stones de Robert Greenfield (Editorial Anagrama).
El texto adquiere gran relevancia porque la puntualidad con que se narran los hechos que se presentan durante toda la gira parte de alguien que compartió palmo a palmo todos y cada uno de los espacios en que estuvieron los Rolling, ya que Greenfield, entonces reportero de la revista Rolling Stone en Inglaterra, consiguió pases All Access, que le permitieron acompañar a la banda en sus viajes, compartir los mismos hoteles y estar presente en todos los recintos en los que se presentaron en esa gira por Norteamérica.
Gracias a ello, el autor pudo constatar de manera plena cómo los rockeros ingleses cumplían a cabalidad con la triada “sexo, drogas y ronck an droll”, llegando en muchos de los casos a los extremos.
De esta manera, nos enteramos  de la manera en que Jagger y Keith  buscan de manera afanosa no sólo obtener y consumir inmensas cantidades de drogas y alcohol, sino que incluso tienen a su distribuir oficial de enervantes, en cual en cualquier momento puede ser reemplazado por otro que les ofrece lo mejor del momento.
Conocemos las andanzas y orgías que realizan con sus seguidoras, así como con sus invitados especiales y, por supuesto, con  su grupo de colaboradores cercanos. En este punto es totalmente representativa la estancia que tuvieron en la mansión Playboy y la gran vida que se dieron ahí con las famosas conejitas.
Poco a poco, Greenfield nos narra los enfrentamientos que se dan entre los integrantes de la banda debido a los excesos, los problemas con las autoridades norteamericanas, incluyendo sus arrestos,  su contacto la crema y nata del espectáculo y de la cultura, amén de sus constantes encuentros sexuales.
The Rolling Stones, por siempre
Este libro es una referencia fundamental para conocer la ideología rolling y para comprender mejor los libros autobiográficos de los miembros de la banda inglesa, como el de Keith Richards, Life, que saldrá a la venta el próximo martes.
Esperamos que el texto que nos entregue Keith rescate el tipo de anécdotas que se presentan en el realizado por Greenfield y no solamente quede como un texto de autocomplacencia y egolatría que destaque sus virtudes y cuestiones al resto de sus compañeros y de quienes les rodearon.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Los Rolling y el mundo de los excesos

¿Qué no se ha dicho de los sempiternos Rolling Stones? ¿Qué anécdotas, en medio de los cientos que hemos oído o leído, faltan por conocer de sus integrantes, en especial de Mick Jagger y Keith Richards?

¿Qué nuevas anécdotas podemos
esperar de este dúo?

Tal vez nos falta conocer solamente aquellos que ambos íconos de sus satánicas majestades han resguardado con cierto recelo en lo más recóndito de su memoria, pero falta poco para que una parte de esta asociación musical nos maraville, asombre o escandalice al contarnos con lujo de detalle algunos pasajes que han vivido durante casi cinco décadas.
Así es, el próximo martes 26 de octubre  sale a la venta el libro autobiográfico de Richards titulado simplemente “Life” y en el cual, además de contar su vida, da a conocer detalles de la relación que ha mantenido desde 1962 con Jagger.
Hasta el momento sólo se han dado a conocer algunos pasajes de este libro y que a decir del propio guitarrista, fue mostrado a su compañero, quien solamente le pidió que en el texto se omitiera el hecho de que en algún tiempo tuvo un profesor de canto que le enseñó a educar la voz, a lo que le contestó de manera puntual que no lo haría, pues su intención es contar la verdad que los ha rodeado.
Así, de acuerdo con los adelantos, podremos conocer intimidades del propio Richards, infidelidades cometidas por despecho, además de fuertes críticas al carismático vocalista, quien en los 80 “se comenzó a poner insoportable”.

Keith y su inseparable cigarro

Partiendo de esta aseveración de Keith, quien ahora tiene 66 años, podemos esperar que en el texto conozcamos muchos detalles relacionados con los excesos que vivían en sus giras mundiales y de las cuales ya se ha publicado mucho, y entre los cuales se encuentran el consumo desenfrenado de alcohol y drogas, los excesos sexuales con las fans, así como los problemas que tuvieron con las autoridades debido a estos comportamientos.
Aquí la cuestión es saber qué tan extenso será el libro, porque para que se pueda conocer la vida de este alcohólico y drogadicto redimido, quien reconoce que hoy en día su único vicio es el tabaco, se requiere de mucha tinta y papel.
De este modo esperemos que Life realmente nos aporte más elementos nuevos sobre el andar de la Banda de Rock and Roll más Grande del Mundo y de cada uno de sus integrantes  y no sólo nos recuerde cosas que ya conocíamos y qué solo fueron aderezadas para darle un mayor impacto a los recuerdos del músico británico.
Así, esperemos con paciencia para conocer esta confesión y ver si nos sorprendemos, nos maravillanos o nos escandalizamos.

lunes, 18 de octubre de 2010

¿A poco tiene lado B?

La pregunta que me hizo mi hijo el fin de semana por la noche, me sorprendió y me provocó una sonrisa, pero también me dejó entrever que mi paso por la vida ya tiene sus ayeres, que aunque son pocos, ya los voy cargando, y esto se siente sobre todo cuando convivo con las nuevas generaciones que van siguiendo mi andar.

Pero dejen les pongo en antecedentes. Este fin de semana visité una de esas famosas tiendas de discos que hay en prácticamente en todas las plazas comerciales que atiborran la Zona Metropolitana y en medio de la búsqueda de un CD que realizaba mi junior y al enseñarme algunos discos le dije que algunos ya los tenía pero en vinil.

"¿Son los grandotes que tienes guardados en casa?" - preguntó casi confirmando su interrogante.

"Sí, le dije, son esos que tengo en el librero".

"Oye -inquirió, sin dejar de buscar el título que lo tenía tan obsesionado y que lo hacía moverse entre los muebles de la tienda de manera apresurada- y al rato que lleguemos ¿me dejas verlos?".

"¡Claro!", contesté, "en cuanto lleguemos los vemos".

Una vez en casa y sin importarle que el sueño lo estaba derrotando, mi hijo me pidió que le enseñara los "discos grandotes".

Con paciencia y -por qué no decirlo- con orgullo fui sacando cada uno de los viejos acetatos que conservo y que conforme los mostraba me traían recuerdos de aquellos años en que cursaba la secundaria, el CCH Oriente y la ahora Facultad de Estudios Superiores Aragón.

Con sorpresa el niño veía pasar una a una las portadas de los discos que le enseñaba y le admiraba no sólo el tamaño, sino la claridad de las imágenes que tenían algunas de ellas y que en los actuales formatos del CD no se perciben, al menos que a través de Internet las busques y las amplíes para admirarlas a detalle.

"Papá, ¿podemos escuchar uno para ver cómo se oían?" - me dijo.

Gracias a que hace 15 años todavía alcance a comprar un equipo de sonido con tornamesa, no le vi problema y le dije que escogiera uno para que lo escucháramos. Su elección fue "Dresed to kill" de The KISS, aquel que muestra al cuarteto de pintados vestidos cual gansters de la época de Al Capone y parado bajo una lámpara, y quienes por cierto acaban de tocar dos noches seguidas en el Palacio de los Rebotes.

Con mirada inquieta el pequeño observaba cómo sacaba el disco de la funda de cartón y de la plástica que lo resguarda del polvo y de posibles rayaduras que lo echen a perder. Luego veía cómo lo colocaba sobre la tornamesa y cómo se colocaba el brazo con la aguja sobre el disco que empezaba a girar y con asombro escuchaba el clásico crash, crash, crash que antecede los acordes de las guitarras y batería de la primera canción.

Una a una escuchaba las canciones que conforman este material grabado en 1975 en Nueva York, en los Electric Lady Studios. Al acabar las canciones del lado A le dije que iba a poner el otro lado del disco para que escuchara las demás canciones.

Y ahí con sorpresa me inquirió sin más: "¿A poco tiene lado B? ¿Cómo le haces para saber cuál lado es cuál?".

Primero con una sonrisa y luego con una carcajada me acerqué a mi hijo y le dije: "Sí, tiene un lado A y un lado B. Y sé cuál lado es cada uno porque en cada cara tiene una etiqueta que te muestra qué lado es y además tiene los nombres de las canciones que hay en cada uno de ellos", esto al tiempo que le enseñaba ambos lados de esa reliquia de 35 años.

Una vez que le puse el lado B del disco y mientras él disfrutaba las canciones, me quedé pensando en las preguntas de mi hijo y caí en la cuenta de que efectivamente los CD sólo constan de un lado y puedes escuchar de corrido todas las canciones sin necesidad de pararte a darle la vuelta, es más con el control remoto no necesitas ir al tornamesa para repetir una canción, sino que sólo basta apretar un botón para escucharla tantas veces como quieras.

Al concluir el disco y mientras los guardaba con el cuidado que requiere, junior me preguntó si otro día podíamos escuchar otro, con una alegría y satisfacción propia de haber realizado una tarea nada común en estos días por él.

"Es que quiero seguir oyendo cómo se escuchaban tus discos grandotes papá".

"Claro, luego escuchamos otro, ve pensando cuál quieres que pongamos".

viernes, 15 de octubre de 2010

De la locura a la cordura

En estos días es muy común encontrar noticias sobre asesinatos y ejecuciones masivas, ya sea que las hayan cometido grupos de la llamada delincuencia organizada o por individuos solitarios en busca de venganza y por esta cotidianidad ya no nos sorprendemos que las páginas de los diarios y de los portales se tornen rojas por la reproducción de estos hechos.

La costumbre que ahora tenemos sobre estos acontecimientos contrasta totalmente con la sorpresa que ocasionó en la sociedad en 1942 el asesinato de cuatro mujeres por parte de Gregorio Cárdenas Hernández, quien además las había sepultado en el jardín de su casa y del cual fueron exhumados sus cuerpos.

El caso acaparó no solamente todos los titulares de los diarios, sino que también captó la atención de especialistas en psiquiatría quienes veían en Goyo Cárdenas un caso para estudiarlo a fondo e indagar cuáles fueron los trastornos mentales que tenía y que lo orillaron a cometer dichos homicidios.

Andrés Ríos Molina nos habla de manera puntual de todo lo que rodeó a este asesino serial en su libro "Memorias de un loco anormal. El caso de Goyo Cárdenas", en el cual con una narración detallada nos lleva a conocer al hombre que así como escandalizó al país en la década de los años 40, también despertó pasiones y admiraciones por parte de muchas mujeres, pertenecientes a los diversos estratos sociales.

Así, paso a paso Ríos Molina nos detalla los numerosos estudios que los psiquiatras más eminentes de aquellos años le hicieron para conocer los problemas mentales que tenía el Asesino de Tacubaya y que a la postre fueron fundamentales para internarlo en La Castañeda.

También nos relata las vivencias del sádico criminal en dicho centro de atención a los enfermos mentales, mismo que fuera inaugurado por Porfirio Díaz, y que le llevaron no solamente a ganarse la confianza de los directivos del lugar, sino incluso a tener una novia.

Poco a poco el autor nos comenta los motivos por los cuales posteriormente fue recluido en el llamado palacio negro del Lecumberri, en donde dejó muestra de que tal vez no estaba loco como muchos creían, ya que en dicho lugar estudió derecho y ello le permitió apoyar a muchos presos para alcanzar una sentencia favorable.

Con el tiempo, Goyo Cárdenas logró salir de prisión y convertirse en un abogado reconocido, además de escribir tres libros.

Esto es sólo una probada de lo que podemos encontrar en este libro de fácil lectura y con el cual al final nos asalta una duda ¿realmente Goyo Cárdenas estaba loco? Pero además, nos puede agobiar una interrogante más, ¿si él estaba loco, qué podríamos decir de todos aquellos que actualmente en una sola acción ejecutan a varias personas sin el mayor remordimiento?

¿O acaso ya toda la sociedad vive en medio de la locura y por ello ya nada le sorprende?

Entre líneas y acordes

Cuántas veces el hastío de sobrevivir, más que de vivir, en el área metropolitana provoca que nuestro cuerpo grite despavorido:
“¡¡¡¡¡No más, por favoooorrrrrrrrr!!!!
Y no importa cuál sea el motivo –el trabajo, el tráfico, el calor, el frío, la selección, Salinas, las deudas, entre todas aquellas que quieras agregar- ni el día –escoge el que quieras de lunes a viernes- lo único que queremos en ese momento es olvidarnos de todo y buscar un lugar que nos aleje del tedio y que podamos disfrutar de un momento de relax para recargar nuestras pilas.
Pero ¿en dónde está ese lugar? 
… (Cada quien agregue aquí el que más le guste, plazca o deseé, incluso puede agregarle con quién le gustaría estar)
Ahora, si te encuentras en tu trabajo, en la escuela, en una junta o en el tráfico y cuentas con uno de tantos aparatejos tecnológicos que te conectan a internet, te propongo que visites La Gruta del Ocio.
 Pero ¿qué diantres es La Gruta del Ocio?
Fácil, es el lugar imaginario que cree para escapar del tedio cotidiano que me absorbe cada día y en el cual puedo hablar de aquellos temas que más me atraen y que creo que te podrían llamar la atención en un momento dado.
La esencia de este lugar estará basada en dos rubros fundamentales: la música y los libros; pero no crean que con ello me quiero instaurar como el nuevo y mejor crítico de ambos temas. ¡Para nada!
Mi intención es compartir mis humildes puntos de vista sobre estos ámbitos, sobre todo partiendo del hecho de que un buen libro y un buen disco siempre serán atemporales y por lo tanto cualquier día es perfecto para hablar de ellos, así sean títulos recientes o que ya cuenten con el buen buqué que les dan los años.
En este espacio tal vez encontrarás propuestas para ver una revista, una película o un programa, tal vez se me ocurra recordar a un grupo o a sus integrantes o tal vez… algo se me ocurrirá para compartir con quién se atreva a leer lo que en este espacio plasme.
Así que, ¡¡¡¡bienvenidos a La Gruta del Ocio. Entre líneas y acordes!!!.